
Obed González Moreno es el presidente interino e investigador de la Asociación de Escritores de México A.C. Crédito de la fotografía: Dayana Martínez.
El siguiente ensayo se publica como parte de un convenio de colaboración entre la Asociación de Escritores de México (AEMAC) y el Mexican Cultural Centre (MCC), Reino Unido, con el propósito de promover a la literatura mexicana a nivel internacional.
Presentación
Por Obed González Moreno
Presidente interino en la Asociación de Escritores de México (AEMAC)
La Asociación de Escritores de México A.C., desea cerrar este 2021 a través del pensamiento del mexicano —Premio Nobel de literatura— Octavio Paz, como una forma de concluir una etapa que, como todo ciclo, se reflexiona en relación a lo que se es y lo que se cree que se es, para discernir y llegar a la crisis hacia a alcanzar una respuesta ligada con uno mismo y así obtener la contemplación de ser con el mundo, acontecimiento tan complejo y doloroso que muchos prefieren no recorrer. En general, criticamos de manera negativa lo que somos ocultándonos en espejos donde creemos que no nos reflejamos como si fuésemos espectros, oscuros entes con apariencia de luz. A través de la crítica perjudicial deseamos no tanto encontrar una respuesta y una conclusión razonada sino destruir a aquel que piensa distinto a nosotros. Criticamos los defectos y errores del país donde estos vicios y desperfectos son pertenecientes a esos otros a los que —según nosotros— también pertenecemos y de los cuales nos sentimos separados, los propios mexicanos. Una negación que también soy yo. Criticar es separar, es fragmentarse para posteriormente unificarse, es llegar a la consciencia y para llegar a esa consciencia primero tengo que criticarme a mí mismo, desprenderme de la sombra que muestro al exterior, esa oscuridad que me invade hasta desaparecer al que soy. Extraña simbiosis donde el verdadero yo se extingue como un gemido de llanto que se queja de las injusticias, aquellas de las cuales también participa, verdugo que en alaridos se apropia de la posición de víctima y así obtener el poder de excluir. La exclusión es un arma disfrazada con el antifaz de la pureza. La pureza es una arcaica construcción estructurada desde las primeras culturas que transformaron en imperios. El ser puro —según ellos— los colocaba en la cima de la pirámide del poder para decidir el destino de sus gobernados, naciones conquistadas y subyugadas a sus caprichos sólo por no provenir de su misma estirpe. Lo mismo acontece con los individuos, en aquellos que presumen ser puros de alma y cuerpo por pertenecer a alguna religión o alguna institución, asimismo acontece con algunos que se ufanan al decir que ellos son de raza pura como sí ello los colocara en un estrato divino, sucede lo mismo con personas que por ser heterosexuales, homosexuales, bisexuales, asexuales y demás exigen un trato distinto sólo por tener una preferencia o identidad sexual específica porque en ellos germina el pensamiento de la posesión de la verdad absoluta y eso los faculta y hasta les demanda excluir a otros. Aquellos que se creen puros se perciben diferentes, se apartan de los demás para no infectarse con el virus de lo espurio, de lo adulterado y degenerado que sólo existe en su mente. Y para ellos, citando a Jean Paul Sartre, esos otros transforman en el infierno. Y es comprensible, todos somos humanos, almas aprisionadas en un cuerpo sujetas a lo que es materia.
Las palabras contienen un poder titánico y abrumador que nos llevan a cometer actos y a especular que se unifica separando. Nos alejamos de nosotros por ideologías que sólo son eso, ideas más no verdades absolutas: realidades creadas por otros de los cuales no conocemos sus intereses más profundos. Hablar de lo que somos es complejo y aún más porque tememos a reconocernos en esos otros que también somos nosotros. Octavio Paz en Crítica de la pirámide habla de quienes somos como nación y su nuestra resistencia a ser por causa del discurso arquetípico, aquel que sigue fraguando el destino de quienes habitamos este país y que nos sigue guiando hacia la pira donde las cenizas nunca dejan de arder.
UNA PIRA CONTRAPUESTA A LA LUZ
“La crítica de México comienza por la crítica de la pirámide”.
Octavio Paz
Criticar es ser capaz de separar, de discernir. Ante la crisis penetramos en la reflexión y en el análisis para descifrar, obtenemos la capacidad de diferenciar por medio del raciocinio y la contemplación interior, alcanzamos la consciencia.
La política actual y el caudillo revolucionario terminan siendo el eco del antiguo tlatoani: el que diserta con más habilidad: El discurso mismo. Perorata que metaforiza y revive a la pirámide como elemento de incineración no de renacimiento sino como figura arquetípica de poder. No como símbolo de otredad sino de dominio como pasión humana y que es regionalizado para transformarse en universal. Es el poder desde el discurso: misterioso mecanismo repleto de sentidos, intenciones, voces y palabras, este que no cambia nunca y que es perene e inmortal.
Paz, en Crítica de la pirámide al hablar del tlatoani describe a aquel que posee el poder en la palabra y que se concretiza como el discurso mismo. Una alocución arquetípica practicada desde los antiguos monarcas de Sumeria y Babilonia y más adelante por los faraones en Tebas y Karnak. Los hombres transforman en polvo, el discurso se mantiene vivo y en movimiento. Pirámide proviene de pira que es una hoguera y en la crítica de la pirámide todo gira en relación a lo que no cambia y aun así arde. A la soflama, encendida palabra que es el mismo fondo semántico que se mueve desde lo profundo de todos los tiempos del hombre: El deseo y el poder.
Octavio Paz describe a la pirámide como el lugar donde los hombres se convierten en ceniza a través de la arenga del rito, de la fuerza de las palabras concebida por unos y que en teoría transfiere un bien para otros, pero al final sólo es para quien posee señorío. Es la piedra calcinada donde las sombras del fuego se mantienen cinceladas.
Imaginemos una pira en la completa oscuridad que extensa desde su base se expande y en un grito cubierto de llamas intenta cerrase en el cielo dejando escapar silenciosos fantasmas repletos de baladros reprimidos que vagan por el aire, por las aguas, por las montañas sin llegar a cerrar en su cúspide. Visualicemos en el centro de esta ardiente pirámide voces, rostros y actos entramándose con el pasado, el presente y el futuro, en el mismo instante y dentro de este instante el movimiento de un México volcándose hacia adentro expulsando mitos, estallando en ritos, sangrando de deseo postergado y danzando desde su centro melancólicas alegorías hartas de rientes máscaras que revientan hacia afuera y vuelven hacia lo más recóndito de su drama, la soledad. Ahora intentemos mirar hacia adentro de este drama, de concebir el movimiento de esta dinámica cultural con la intención de describirlo, de escriturar el movimiento de esta entropía y desear que otros lo observen, entonces estaríamos hablando de cine, pero sí además lográramos incluirle reflexión y armonía y llevarlo a la luz contrapuesta de la hoguera donde la poesía como la danza transforma en la marcha y que es la prosa entonces estaríamos hablando de Octavio Paz y su crítica.
El cine es la descripción del movimiento, del drama donde las aguas se revuelven para después dividirse: Enfrentamiento con nuestras pesadillas y sueños desiderativos. El cine mexicano es el descriptor del movimiento nacional como la Crítica de la pirámide que es la crítica de nosotros mismos a través de quienes nos representan: agudos escalones que nos guían al sacrificio de nuestra sombra en un fulgurante estallido de actos y palabras que rasgan el cielo con fuegos de artificio.
En Crítica de la pirámide Octavio Paz realiza un análisis por medio de lo que observa que somos. Una descripción del movimiento político y cultural en el país, semejante al que ejecuta el cine nacional en ciertas películas sólo que el poeta nos la ofrece con palabras: pasado, presente y futuro, conjugados en los cuatro puntos cardinales para construir un ahumado espejo en el cielo que transmuta en un torbellino de metáforas y oxímoros que transforman de la poesía a la prosa para crear el circular escrito inacabable que es México. En “Claridad errante”, Paz escribió:
Muchas veces se me ha hecho esta pregunta: ¿por qué, para qué y para quiénes escribió El laberinto de la soledad? Hay muchas respuestas, la más simple y directa está en mi infancia. Tres momentos de mi niñez me marcaron para siempre y todo lo que he escrito acerca de mi país no ha sido, quizá, sino la respuesta a esas experiencias de infantil desamparo.1
Más adelante, en el mismo párrafo, expresa sobre su antigua casa lo siguiente: “Hace poco la visité y apenas si pude reconocerla: las monjas han convertido en celdas las estancias y el jardín; en capilla, la terraza. No importa: queda la imagen y quedan las sensaciones de extrañeza y desamparo”. Extrañeza al igual que el cine nacional que con imágenes nos provee sensaciones de inconclusión y abandono.
En el México interno que describe el poeta la espina mítica y religiosa rasga y repercute en el México de afuera que sangra glorificando el pasado sin tener un presente y desde la cima de la pirámide en llamas la historia en cenizas es una sombra sobre el rostro del atemporal tlatoani y es a través del ojo crótalo del cine que renace para decirnos que debemos de trasformar desde adentro para tener un presente, pulverizar la pirámide interna y llegar a un nuevo polvo donde se creará algo nuevo e ignorado pero esperanzador.
Paz, al criticar a la pirámide, también expresa que todas las historias de todos los pueblos son simbólicas, nos metaforiza que la historia, sus acontecimientos y protagonistas aluden a otra historia oculta porque en el fondo son la manifestación invisible de una realidad escondida. Me recuerda cierta ocasión, un Día de muertos en el Estado de México, en que observé sobre una extensa explanada dentro de una secundaria a un grupo escolar ejecutar la danza de los “Indios brutos o bárbaros”, danza originaria del Estado de Guanajuato, en el momento en que a la orilla de la ofrenda mortuoria, desde la oscuridad, como en un neobarroco cuadro emergió un tzompantli que era el mismo crepúsculo del cual los adolescentes comenzaron a colocarse máscaras para representar la danza y al salir de él y mostrase en toda su finitud porque las caretas tradicionales se desvanecieron bajo el sol y emergieron otras, las de la filmografía estadounidense, máscaras como las de “Pennywise the clown”, “Billy the Puppet”, “Freddy Krueguer”, “Jason Voorhees” y “Scream”, entre otras transformando este baile en algo totalmente distinto pero que de fondo sigue siendo lo mismo, el ocultamiento y el sincretismo. Aquello profundo que brota desde el interior de la música de los tambores y de los metálicos sonidos de los tenábaris. Ecos convertidos en ruidos que fueron liberados de las personas y del movimiento en donde en un instante, en ese microuniverso en expansión todo el lenguaje se cifró y que dentro de aquel ritual fue donde la contemplación de la pirámide se hizo más transparente a la contraluz del mismo rito.
Bibliografía:
1 Léase Claridad errante de Octavio Paz con prólogo de Jorge F. Hernández. CFE/CONACULTA. 2010. P. 79.
- Obed González Moreno es el presidente interino e investigador de la Asociación de Escritores de México A.C. Licenciado en Educación (CESE) con Pasantía de especialización en Investigación científica (CIFE) y actualizado en Integridad de la investigación científica en la Universidad de Miami. Fue maestro del taller de Expresión oral y escrita en la Escuela de Artes de la Universidad Anáhuac México, campus Norte, director de AEMAC, Revista académica de Educación y Artes de la Asociación de Escritores de México A.C. Autor en REDALYC (Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal) de la UAEM y en DIALNET (Base de datos de revistas científica de Hispanoamérica de la Universidad de la Rioja en España). Ha publicado Desde el polvo del Anáhuac a la tradición del páramo: Las visiones de Alfonso Reyes y Juan Rulfo en el cine mexicano en el Servicio de Publicaciones y Divulgación Científica de la Universidad de Málaga; Tiempos enmascarados: El tiempo mexicano de Carlos Fuentes en el cine nacional en Bitácora de vuelos ediciones y el libro El discurso de la pirámide: la otredad y la soledad mexicana de Octavio Paz a través del cine nacional en la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín en Colombia. Obtuvo el Premio Accésit en la categoría de Investigación Cinematográfica Internacional en el Festival de Cine Español de Málaga y la Universidad de Málaga en 2015 y el Segundo lugar en el IV Concurso Internacional de Ensayo Latinoamérica a debate en 2019, en la Universidad Autónoma Latinoamericana de Medellín, Colombia.