
René Crespo es escritor y videoasta, estudió en el Centro de Capacitación Cinematográfica. Crédito de la fotografía: Asociación de Escritores de México A.C.
El siguiente ensayo se publica como parte de un convenio de colaboración entre la Asociación de Escritores de México A.C. (AEMAC) y el Mexican Cultural Centre (MCC), Reino Unido, con el propósito de promover a la literatura mexicana a nivel internacional.
Presentación
Por Obed González Moreno
Presidente interino en la Asociación de Escritores de México (AEMAC)
La muerte es uno de los misterios más profundos e impenetrables para el hombre. Es por medio de ésta concepción que el ser humano encuentra sentido a la vida y —escriben algunos gnósticos y místicos— el mito es, tal vez, la narración que contiene el secreto de la muerte de una manera que nosotros no podemos desentrañar. Posee una verdad oculta que está cifrada en los signos, en el símbolo o en el sonido, quizá el silencio es lugar donde todo se presenta. Para algunos la muerte es algo espeluznante y terrible, un acontecimiento al cual hay que huirle y para otros es liberarse del cuerpo, de lo material, la separación del sufrimiento que causa la vida a consecuencia de lo doloroso que es transitar en ella. Para algunos más, la muerte sólo es un puente hacia otra realidad, una de tantas que existen dentro del multiuniverso. Para otras personas es sólo el paso para ser otro después de experimentarla y algunos más creen que es el lugar a donde se pagará todo lo hecho en la vida dependiendo sus actos, mientras que en la concepción de otros más es la nada. La muerte como sinónimo de destrucción también es el renacimiento, sólo que ésta no es parte de otra realidad, una exterior a este mundo sino una realidad dentro de sí mismo y dentro de este mundo como una oportunidad para ser, para parirse nuevamente después de haber muerto el anterior ser que se fue. Lo que es cierto es que la muerte es la única verdad que todos los humanos ostentamos, la insuperable certeza que todos poseemos, todo lo demás es incierto e impredecible en la vida, fallecer es lo único de lo cual podemos presumir estamos ciertos. Los invitamos a leer el ensayo de René Crespo sobre estos avatares que viven dentro de nuestras expectativas.
QUÉ HACER ANTE LA MUERTE SEGÚN EPICURO
Parte 1 de 3
Ante nuestra atónita mirada, este último año hemos visto llegar una epidemia como en esos grabados antiguos en los que una calavera con su guadaña sega las vidas humanas. Hemos sabido de amigos y familiares, de personas cercanas o lejanas que se han ido de esta vida. El siguiente es un testimonio que data del segundo milenio antes de nuestra era que muestra el pesar que provoca la muerte.
Se lamenta Gilgamesh por la muerte de su amigo Enkidu:
Durante seis días y siete noches le he llorado,
hasta que un gusano se cayó de su nariz.
Temiendo la muerte ando errante por la estepa;
el problema de mi amigo pesa sobre mí.
Por caminos lejanos ando errante por la estepa;
el problema de Enkidu, mi amigo,
pesa sobre mí.
¿Cómo puedo estar callado? ¿Cómo puedo estar quieto?
¡Mi amigo, al que yo amaba, ha vuelto a ser tierra!
¿Tengo que tumbarme como él
para no levantarme ya nunca más? [1]
El desconsuelo que describen estas palabras plasmadas en tablillas cuneiformes es una constancia del dolor que el mítico Gilgamesh siente por la muerte de su amigo; sabe que será imposible reencontrarse de nuevo con él. Podemos decir que él mismo también es consciente de lo inevitable de su propia muerte. Pero no sólo hace 4000 años la muerte era una experiencia temible. Nuestra época, que se considera a sí misma la más adelantada, puede mostrarse orgullosa de haber superado muchos límites de épocas anteriores en muchos aspectos (y en otros no tanto) pero es evidente que no puede presumir de ser ajena a ese terror. Muchos recursos monetarios, científicos y mercadológicos se invierten ahora mismo para ofrecer productos o servicios con la promesa de atajar la muerte o al menos alejarla cuanto sea posible; cualquier tipo de técnicas, aparatos y compuestos químicos han sido probados con ese propósito. De ello dan cuenta las siguientes ideas futuristas que recuerdan el ancestral anhelo de la inmortalidad. Nos cuenta Michael Harris en su libro Solitud:
Por unos diez dólares al mes, este servicio recopila tu información personal para crear un avatar que te sustituya cuando hayas muerto. Ese avatar sabrá todo lo que valga la pena saber de ti […] También se parecerá a ti y conversará con los usuarios para que estos se sientan conectados, si no exactamente contigo, al menos con la encarnación de tu baba digital. En cierto modo, lo que ofrece Eterni.me es un Skypee del más allá.[2]
Vivir como un avatar quizá no sea suficiente dado que de cualquier manera la persona habría dejado de existir. No obstante, también se augura la posibilidad de estar en un constante proceso de autorreparación a partir de pequeños robots capaces de eliminar el deterioro natural del cuerpo. Leemos en Solitud:
El futurista e informático Ray Kurzweil lleva años diciendo que pronto podremos fundirnos mentalmente con los ordenadores. En 2029, asegura, los ordenadores tendrán una vida emocional tan verosímil como la de cualquier ser humano. En 2030, llenaremos el cuerpo de millones de nanorobots que reconstruirán el sistema inmunitario, eliminando las enfermedades y permitiéndonos añadir un año de esperanza de vida por cada año en tiempo real (el propio Kurzweil aspira a llevar siempre la delantera y no morir nunca).[3]
De hecho, en la actualidad contamos con muchas otras propuestas ingeniosas que pretenden librarnos de la muerte, por ejemplo, la criogenia, en la cual el sujeto se congela por tiempo indefinido hasta que llegue a descubrirse la cura de todas las enfermedades (se dice que Walt Disney está criogenizado, al parecer es sólo un rumor con algún fundamento, pero falso); o la de crear un holograma de la estructura cerebral del individuo en una potente computadora del futuro supuestamente indestructible y que teóricamente sería una versión del mismo ente con la misma personalidad y los mismos recuerdos, pero en un plano digital. Todas estas ideas tienen en común el mismo anhelo que se encuentra en la búsqueda de la piedra filosofal de los alquimistas chinos, árabes o europeos, también una incesante exploración por el elíxir de la vida eterna o en las múltiples expediciones para encontrar la “fuente de la eterna juventud” en las más diversas geografías del planeta.
Se puede considerar que la intención de huir de la muerte es algo que compartimos con muchas otras formas de vida y es justo la conciencia de nuestra propia finitud una característica que consideramos como esencialmente humana. Desde la arqueología se argumenta que los hallazgos de ofrendas funerarias datados en decenas de miles de años son asumidos como pruebas que indican el surgimiento de la capacidad de simbolización y, por lo tanto, de la cultura. Es así que la muerte en su realidad biológica ha acompañado el devenir de toda la historia de la humanidad.
Veremos que para el antiguo filósofo griego Epicuro todos esos ingeniosos, rocambolescos e inútiles afanes pasados, presentes y seguramente futuros para alargar la vida de manera artificial son, al final de cuentas, obvias manifestaciones del temor a la muerte, un instinto que el ser humano no ha logrado, y quizá nunca logre superar. Para Epicuro ese temor profundo sin duda causa mucho sufrimiento, además trae consigo muchas consecuencias negativas que propone podemos evitar.
- René Crespo, Ciudad de México. Escritor y videoasta. Estudió en el Centro de Capacitación Cinematográfica y ha escrito varios guiones de corto y mediometraje, adaptó el cortometraje Dr. Otto del cuento Los locos somos otro cosmos del libro Las vocales malditas de Óscar de la Borbolla. Ha participado como organizador y gestor de ciclos de audiovisual en distintas ferias del libro como la Feria Internacional del Libro en el Zócalo, entre otras. Ha participado como ponente en distintos eventos como Metrópoli 360°: Diálogo y encuentro en torno a los Derechos Culturales, entre otros. Participó con el capítulo Algunos apuntes acerca de la pirámide en el libro: La pirámide: Un ensayo de autogestión cultural y es parte del Consejo Editorial de la Colección Colores primarios de la Asociación de Escritores de México A.C. En la siguiente liga se puede apreciar el audiovisual Dr. Otto: https://asociaciondeescritoresmex.org/mxwp/?tag=rene-crespo
Referencias:
[1] Tabla X, columna II, texto asirio, Poema de Gilgamesh.
[2] Michael Harris, Solitud, p. 186
[3] Ibidem, p. 188.