Xosué Martínez
Un Virgilio azul y de mirada seria nos daba indicaciones para la inmersión. Conoceríamos al ‘Rey de Reyes’. Se ofreció a resguardar nuestras pertenencias, pues no todo podía acompañarnos. En la primera o última puerta (según el caso), más indicaciones, negociaciones, comprobación de nuestra identidad y sin estar escrito en ningún sitio, y en el aroma de las paredes grises como un grafiti invisible: “abandona la esperanza si entras aquí”.
Leer en el ambiente aquella frase sólo es una sensación de visitantes poco frecuentes, y hay que decirlo, un poco descontextualizada. Ni Dante, ni Virgilio, ni Beatriz andaban cerca, no había almas ni tormentos eternos; no era el infierno, pero seguramente podría ser una metáfora inconsciente. Estábamos ingresando al Cereso de la ciudad de León, Guanajuato, México. Esta visita atípica venía precedida de dos sucesos: el concurso de pastorelas que se realiza entre los reclusorios del Estado de Guanajuato, y el taller de teatro que ofrece uno de los salones de cultura del Instituto Cultural de León.
En el camino al escenario regresa la primer metáfora: pasillos asfixiantes, cientos de guardianes que no apartan la mirada de ti, no se distingue entre amabilidad y seriedad, pisando nuestra sombra de color fluorescente, como estirándola para recordarnos que terminando la función tenemos que salir. Las puertas se cruzan con las rejas y los custodios. La zona abierta del penal un nuevo choque: no hay horizonte. El cielo se ve más lejos en correspondencia a los altos muros grises, y lo más lejano que se percibe son las torretas de vigilancia, presos mirando a distancia a los intrusos. Un silencio envuelve todo y el sonido de los zapatos con el pavimento comienza a dialogar con las deducciones obvias: “¡Qué duro debe ser estar aquí!” y la ‘Divina Comedia’, se mantiene necia en las referencias. Finalmente llegamos al foro escénico, donde el número de custodios es mayor. Afuera puede leerse la leyenda ‘Rey de Reyes’, nombre de la pastorela que estaba por comenzar.
Los datos previos al teatro. Un montaje escénico ganador del primer lugar del concurso de pastorelas que se realizó entre los diez grupos de teatro de los diez Ceresos del Estado de Guanajuato. Creación original, producida, escrita y dirigida por ellos mismos, alumnos del taller de teatro de la maestra María De Luna. Cerca de 42 actores en escena y otros en el staff, todos integrantes de la compañía ‘Sueños de Libertad’. Y se realiza la última inmersión. La predisposición a ver una pastorela se desvanece cuando al centro del escenario nos encontramos con un ring de lucha libre, un DJ musicalizando y las luces ambientando cual espectacular foro. Irónicamente en este último salto al interior, en el fondo de este descenso, la sensación cambia: se rompe la tensión y parece que salimos del Cereso.
Se ejecuta el convenio teatral. La propuesta del ‘Rey de Reyes’, es una pastorela donde a través de la lucha libre, el bien y el mal se enfrentan. Sin embargo, pese a contar con el hilo narrativo común de este género teatral, es una propuesta totalmente refrescante. Partiendo desde el guión. Una estructura que aunque sigue los lineamientos convencionales de la pastorela, rompe completamente al sembrar una historia que por momentos nos obliga a olvidarnos del género, dejando como casualidad la historia constreñida. De ahí, el trabajo de dirección resulta notable.
No solamente se trata de una pastorela revolucionada, sino que además, permite visualizar diversos espacios, hace convivir cuadros escénicos que brillan por su pertinencia en cada embestida, y aunque el montaje está cercano a las dos horas, la fluidez de las escenas hace imperceptible al tiempo. El trazo escénico es por mucho superior a otras obras que hemos tenido la oportunidad de ver en ‘la libertad’ de León.
El trabajo actoral resulta conciso y coherente. El ‘punch’ que generalmente caracteriza un buen montaje se encuentra en cada uno de los actores. Los actores principales recibieron entrenamiento de lucha libre y escénica. Escena a escena se suceden sin caer en ‘cliches’ todos los personajes, generando la empatía necesaria, nuevamente, para dejar a un lado el tema de la pastorela, y regalarnos actuaciones honestas. La comedia es parte importante del montaje, aspecto que no se dejó en simples chistes, sino que, aprovechando la realidad en la cual los actores están inmersos, estratégicamente permite el goce del montaje.
Aquí aterrizamos un poco, y a mitad del montaje, nos damos cuenta que los custodios no apartan la mirada seria de la escena. Aunque es un momento onírico de escape, donde los presos son actores y son personajes, recordamos que se trata de teatro penitenciario. Desde el fuerte planteamiento simbólico que constituye el nombre de la compañía: ‘Sueños de Libertad’, el anclaje con el teatro nos permite descubrir esos sueños. Comienzan las preguntas incómodas, la común: “¿qué habrán hecho para estar tras las rejas?”. Una duda que causa ruido al ver tan decoroso trabajo, y que desde nuestro punto de vista, no hay por qué preguntarla, mucho menos por qué responderla. Finalmente nos permiten estar en su mundo de consecuencia a sus actos, y lo más coherente es decir que están bien.
Esta compañía teatral cuenta con cerca de 8 años de trayectoria, el montaje que constituye un primer lugar estatal, montado en tan sólo tres meses. Los horarios de ensayo rozan las seis horas diarias, como una actividad de reintegración social muy aterrizada. Es en estos últimos tres años, cuando María de Luna, directora originaria de San Francisco del Rincón, Guanajuato, México, tomó la formación teatral de los presos; aprovechando cada una de sus realidades, les dio el teatro como una medicina a aquello que se llama ‘encierro’, mostrando que la libertad, por muy lejana que parezca, arranca desde uno mismo.
Finaliza el montaje con el público de pie y una lluvia de aplausos como aves anunciando la mañana, la salida del sueño y el regreso a la realidad. Pocos son los minutos que los actores pasan con el público y sus familiares cuando se da la orden. Deben regresar a sus celdas todos los actores. Es un momento que resulta incómodo; ese golpe de realidad que corta la magia del teatro, la reserva del hecho escénico y cuando salimos de la función; no de ésta, sino de todas las funciones, de los cambios de día, de año, de trabajo, de perspectiva. La vista nocturna del reclusorio es el ascenso al paraíso que tanto disfrutó Dante al encuentro con el amor. Las luces tenues delinean la silueta de cada uno de los cuerpos arquitectónicos, y como en una visita a otra realidad, queda el espasmo del goce estético, las palabras que se intercambian con otros miembros del público, las preguntas incómodas que por fuerza de la noche y del acto aparecen repetitivamente: una paradoja con el hecho escénico que acaba de suceder.
De pronto el aire se hace más ligero; los filtros uno a uno se van despidiendo como con el deseo de no volverte a ver jamás, uno mismo descubre quién es cuando le revisan a la perfección el rostro, el nombre, el aliento; esa supuesta libertad que nos colgamos como tilde por ‘estar afuera’, parece cobrar sentido. Una amarga felicidad llega al salir por la última o primera puerta, depende del caso. Aunque el sistema de reintegración les dé la oportunidad de aprender un oficio o estudiar una carrera, es un hecho que los presos-artistas que purgan condenas más humanas (cortas), difícilmente podrán obtener un trabajo al salir. Sin embargo, ver el tamaño del trabajo escénico, no hace tan descabellada la idea de que el teatro podría ser su parada en ese sueño de libertad. Después de todo, uno como espectador, también puede soñar.
Xosué Martínez, mexicano, es fotógrafo y escritor. Licenciado en Cultura y Arte por la Universidad de Guanajuato, México. Colabora para institutos, revistas, artistas e iniciativa privada en el área de cultura y comunicación.
¡Qué interesante! Me encantaría poder conversar al respecto porque soy una apasionada tanto del teatro como de la inclusión social. ¿Es posible intercambiar una tacita de café por una charla?