Adolfo A. Laborde Carranco
Esperaba la transportación que me llevaría del consulado de México al aeropuerto JF Kennedy. No quise esperar en el interior del inmueble ya que pensaba que el frío de la ciudad de Chicago de –15 grados que experimenté la semana pasada me haría inmune al aire gélido de Manhattan. Me equivoqué. Pasaron solo 5 minutos de la hora en la cual se habían comprometido a recogerme para que el clima hiciera de las suyas. Toda una eternidad.
Comencé a moverme, de hecho, acudí a un puesto ambulante que estaba en la esquina para calentarme un poco y de paso comprar algo para comer. El desayuno tipo americano apenas lo toqué. De regreso al punto de encuentro, el frío penetraba más mis huesos. Calaba. Los 15 minutos en total que esperé parecieron 2 horas. Qué tan mal me veía que una mujer bajita de origen mexicano se acercó y sin temor alguno soltó la frase: “tacos, tortas, quesadillas, tamales, gordita y atole. Estamos en la esquina”. “Ya compré algo, gracias, pero se lo agradezco mucho”, repliqué e intenté concluir la charla. No quería gastar más saliva y palabras.
El viaje de estudio de casi tres semanas en Los Ángeles, Chicago y Nueva York me tenían realmente agotado. No quería hablar. Cualquier palabra, gesticulación o esfuerzo innecesario aminoraba más mi escaso ánimo marchito. Sentía, creo, lo que un Iron Man cuando termina su prueba. A pesar de mi mala cara, la mujer insistió con la misma frase: “tacos, tortas, quesadillas, tamales, gorditas y atole. Estamos en la esquina”. “No, gracias. Ya compré”, repetí. Su respuesta fue la misma: “tacos, tortas, quesadillas, tamales, gorditas y atole. Estamos en la esquina”.
Parecía una grabación al estilo de las que en algún momento del día se escuchan en la Ciudad de México como aquella que dice: “colchones, refrigeradores, fierro viejo que vendan”. Olvidé el cansancio e intenté iniciar la conversación. “¿De dónde es usted?” Nunca recibí respuesta. Solo seguí escuchando la misma frase: “tacos, tortas, quesadillas, tamales, gorditas y atole. Estamos en la esquina”. Lo increíble de esto, es que no se dirigía a una multitud, sino sólo a mí. Estaba como en un estado de transe.
Finalmente llegó la camioneta que me recogería. Una gringa que estaba en el asiento junto a las puertas de entrada me dio la bienvenida con una sonrisa. Al contrario, con el acento brusco que los caracteriza, el chofer afro-americano sólo afirmo “To JK Kenedy, ¿correct?” No hubo tiempo de responder. De inmediato partimos. Me sumergí en el asiento trasero y lentamente, primero mis mejillas y luego mis manos, se fueron calentando. Me despojé de mi chaqueta, bufanda y guantes. Contemplé las calles neoyorkinas. Las escenas de los indigentes durmiendo sobre coladeras humeantes y el tráfico, recurrente en las películas y series de televisión norteamericanas, fueron parte de la escena. Por más que quise, no puede dormir.
La frase de “tacos, tortas, quesadillas, tamales, gorditas y atole. Estamos en la esquina”, de aquella mujer no solo taladraba mi cabeza, sino que además profundizó mi preocupación por los más de seis millones de mexicanos, la mayoría indocumentados, que viven y trabajan en condiciones adversas a lo largo de la unión americana tal y como ella. Lamento no saber su nombre, de otra forma, estas líneas llevarían el suyo. Mientras esto es el pan de cada día, hace unos días el Presidente Obama en su discurso del “Estado de la Nación” brevemente mencionó el tema de la acción ejecutiva que regularizaría a los indocumentados que cumplan con los requisitos (que califiquen, como acá le dicen) no sin antes remarcar y subrayar que el restablecimiento de las relaciones con Cuba dominará su agenda con América Latina y el Caribe. Habrá que esperar que la regularización total de los indocumentados mexicanos adquiera, en el corto plazo, el carácter urgente y prioritario como en el caso cubano. De lo contrario, tendremos que preguntarnos: ¿quién no está haciendo bien su trabajo para que esto suceda?
Adolfo A. Laborde Carranco, mexicano, estudió sus doctorados en Cooperación Internacional en la Universidad de Kobe, Japón y en Ciencias Sociales, orientación en Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es profesor de la Escuela Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales del Tec de Monterrey, México. Actualmente se encuentra realizando una estancia de investigación en la Universidad DePaul, Chicago, Illinois, Estados Unidos.