Gerardo Cárdenas
No es fácil leer, mucho menos traducir a Wallace Stevens (1879-1955). Harold Bloom lo consideraba como la pieza fundamental de la poesía estadounidense del siglo XX, y a partir de él construye una crítica de los autores modernos de ese país. Hay quien estará en desacuerdo por muchas razones. A mí me gusta Stevens tanto como Merwin, Simic, Berryman, Anne Carson o Sylvia Plath.
Es innegable la fuerza poética de Stevens, su impresionante cadencia, la gran profundidad de sus versos. La oscuridad y erudición de los temas, y la peculiar musicalidad de su lenguaje hacen muy difícil la traducción. Así, mis dos poemas favoritos de Stevens: “Notas a un oboe” y “Las auroras de otoño”, los considero intraducibles, al menos en el sentido de que intentar traducirlos implica tasajear su ritmo y música. De los que seleccioné para el Mexican Cultural Centre, no puedo hablar más que de aproximaciones. Los tres primeros aparecen en The Collected Poems (Vintage Books, Nueva York, 1982), que es la mejor recopilación de su obra. El último fue escrito en 1954, prácticamente en los últimos meses de vida de Stevens, y apareció póstumo.
En “Variaciones a un tema de Williams”, un poeta discute con otro; casi podemos decir que Stevens le arrebata la palabra. De carreras casi paralelas, Williams y Stevens estaban en constante pugna estética. Stevens toma el poema de Williams y lo despoja de romanticismo para hacerle una crítica descarnada y altamente estética.
De “Credencias del verano”, un largo poema, escogí las tres primeras estrofas. No pude dejar de pensar al leerlo y traducirlo en el Desayuno sobre la hierba de Manet. “Mundo sin peculiaridad” pertenece al poemario Las auroras de otoño. Ahí vemos al Stevens más maduro y a un hombre sabedor de la proximidad de su muerte. Stevens, muchas veces áspero, pelea con su padre y su madre, que siente la inevitabilidad de su propio fin. La pobreza del polvo, insiste el poeta; polvo en que se convertirá.
Stevens encontraba paz y descanso en los Cayos de la Florida. Esa fue, seguramente, la inspiración del último de estos poemas: Of Mere Being, que me atrevo a traducir como “Apenas el ser”. Leo en este poema al Stevens agonizante, quien se va despidiendo y del que apenas queda el lenguaje: ígneo y terrible. Apunto al uso en mi traducción del término “ígneas” ante la virtual imposibilidad de traducir el neologismo que inventa Stevens: “fire-fangled feathers”. Lo que importa para Stevens es que el lenguaje sea la música, y ésta el vehículo de la imagen.
Variaciones a un tema de Williams
¡Es un extraño valor
el que me das, antigua estrella:brillando sola en el alba
a la que no prestas nada!I
Brilla sola, brilla al desnudo, brilla como el bronce
que no refleja mi faz ni ninguna otra parte
de mi ser, brilla como fuego, que nada refleja.II
Nada prestes a ninguna humanidad
que te bañe en su propia luz.
No seas quimera de la mañana,
mitad hombre, mitad estrella.
No seas una inteligencia,
como el ave viuda
o un viejo caballo.
Credencias del verano
I
Ahora en mitad del verano con todos los tontos sacrificados
y las furias de la primavera consumidas y aún muy lejos
de las primeras inhalaciones del otoño, los polluelos
están en la hierba, las rosas cargadas con el peso
de su fragancia y la mente ha pospuesto sus tribulaciones.Ahora la mente pospone sus tribulaciones y considera.
A esto llegan los sacudimientos de la memoria.
Hoy es el último día de un cierto año
más allá del cual nada queda del tiempo.
A esto llega, y a la vida imaginada.Nada más fue inscrito ni pensado ni sentido
y esto debe reconfortar la corteza del corazón
contra falsos desastres —aquellos padres estacionarios,
aquellas madres que tocan, hablan, están cerca,
aquellos amantes que esperan sobre la seca, suave hierba.
Mundo sin peculiaridad
Grande y fuerte es el día—
pero su padre era fuerte, aquél que yace ahora
en la pobreza del polvo.Nada puede ser más discreto que la manera
en que la luna avanza hacia la noche.
Pero lo que fue su madre regresa y llora sobre su pecho.La roja madurez de redondas hojas está cargada
de las especias del rojo verano.
Pero ella a quien él amó se enfría al menor de sus roces.¿De qué sirve que la tierra esté justificada,
que esté completa, que sea un fin,
que en sí misma sea suficiente?Es la tierra misma que es humanidad…
Él es el hijo inhumano y ella,
ella es la fatídica madre, a quien él no conoce.Ella es el día, el paso de la luna
entre las jadeantes especias y, a veces,
él también es humano y la diferencia se esfuma.Y la pobreza del polvo, esa cosa sobre su pecho,
esa detestable mujer, ese lugar sin sentido,
se vuelven un solo ser, firme y verdadero.
Apenas el ser
La palmera al final de la mente,
más allá del último pensamiento, se yergue
en el broncíneo decorado.Un ave de dorado plumaje
canta en la palmera, sin significado humano,
sin sentimiento humano, un canto foráneo.Es ahí cuando sabes que no es la razón
la que nos hace felices o infelices.
El ave canta. Sus plumas brillan.La palmera permanece al filo del espacio.
El viento se agita suavemente en el ramaje.
Penden las ígneas plumas del ave.
Gerardo Cárdenas, mexicano, es poeta, escritor, traductor y periodista cultural. Ha vivido en Madrid, Bruselas, Miami, Washington, D.C., y Chicago desde que salió de México en 1989. Radicado en Chicago a partir de 1998, es actualmente director editorial de la revista cultural contratiempo (http://contratiempo.net). Sus artículos, cuentos y poemas han sido publicados en medios impresos y electrónicos de México, Estados Unidos, España, Venezuela, y República Dominicana. Como narrador, ganó el premio John Barry de Ficción en Español desde Chicago en 2004 y 2007, y el segundo lugar del concurso de literatura erótica “Los Cuerpos del Deseo” de NeoClubPress, Miami, 2012. En 2011 publicó la colección de relatos “A veces llovía en Chicago” (Libros Magenta/Ediciones Vocesueltas), que se hizo acreedor al Premio Interamericano Carlos Montemayor de Literatura a Mejor Libro de Relatos. Un segundo libro de relatos “Correr es de cobardes”, se publicará próximamente. Relatos suyos han sido antologados en “El libro de los monstruos” (Escuela de Fantasía, Bubok, Madrid, 2012), “Los cuerpos del deseo: cuentos eróticos” (NeoClubPress, Miami, 2012) y “Bajo los adoquines está la calle” (Taller de Escritura Creativa Enrique Páez, Madrid, 1998). Trabaja actualmente en una novela y un poemario. Además de sus actividades literarias y editoriales, publica el blog “En la Ciudad de los Vientos” y es director de comunicación de la Organización No Gubernamental AARP en el Estado de Illinois, Estados Unidos. http://gerardo1313.wordpress.com/