Casa Xochiquetzal

Edith Carbajal Triano*

La Casa Xochiquetzal en México, el único refugio en el mundo para trabajadoras sexuales de la tercera edad.

Casa Xochiquetzal. Foto: Edith Carbajal.

Casa Xochiquetzal. Foto: Edith Carbajal Triano.

Xochiquetzal” significa xochitl, flor y quetzal, hermosa; ‘pájaro florido’, ‘flor y pluma rica’ o ‘flor hermosa’, es la joven diosa de la belleza, las flores, el amor, el placer amoroso y las artes.

Todo comenzó en 2001 cuando una trabajadora sexual de nombre Carmen Muñoz se percató de que sus compañeras, mujeres de edad avanzada, dormían en las calles al tener que decidir entre comer o pagar un lugar para pasar la noche.

Durante la administración de Andrés Manuel López Obrador, académicas y activistas como Marta Lamas, Elena Poniatowska y Jesusa Rodríguez hicieron eco en el gobierno para sensibilizarlo sobre esta situación y les brindaran apoyo a estas mujeres.

El Gobierno del Distrito Federal se concientizó de la situación y dio en comodato un inmueble. Entre varias opciones, decidieron quedarse con el edificio que albergaba el Museo de la Fama. Aunque se encontraba en ruinas, fue con el apoyo de las propias mujeres y autoridades que se realizaron las mejoras a lo que sería el refugio Xochiquetzal.

El refugio se inauguró en 2006 para brindarles a las trabajadoras sexuales de la tercera edad un lugar donde vivir, pues la mayoría de ellas han sido excluidas de sus familias y de la sociedad, o bien, ha sido decisión propia alejarse de sus seres queridos. No contar con los servicios básicos para sobrevivir y una vida digna, fueron los motivos por los cuales muchas de estas mujeres decidieron habitar la casa.

La asociación civil Mujeres Xochiquetzal en lucha por su dignidad, A.C., surgió en 2009, es decir, hace cuatro años en los que el proyecto ha afrontado muchas dificultades, pues los apoyos que reciben son insuficientes para dar atención médica, psicológica y alimentación a las habitantes del refugio.

Isela Vegas, Jesusa Rodríguez, Rosalba Ríos y Jesica Vargas González son las encargadas de administrar los recursos y compartir la responsabilidad en el refugio, donde actualmente residen 20 mujeres.

La casa cuenta con un reglamento interno que las mismas habitantes de la casa ayudaron a formalizar. El albergue, único en el mundo, tiene como ejes básicos el respeto entre compañeras y hacia las y los visitantes, mantener sus habitaciones limpias, apoyar en roles de limpieza y cocina, y en general a que todas participen en las actividades enfocadas a hacer “comunidad”.

Otro de los requisitos es que asistan a sus citas médicas, psicológicas, jurídicas. El refugio es de puertas abiertas, es decir, ellas pueden salir durante el día y regresar a más tardar a las 10 de la noche, hora en la que se cierran las puertas y nadie más puede ingresar.

Cada uno de los casos es distinto, ya que muchas de ellas no tienen identificaciones o documentos oficiales. Todos los servicios que se les brindan son gratuitos; de aquí la importancia de contar con recursos para solventar los gastos.

“Cuidado con el perro”

Esta advertencia, que provoca que uno se ponga nervioso al pasar junto a la puerta, está en la puerta de Pato, una residente de la casa, que nos abre la puerta y nos invita a pasar y conocer a sus perros. Al entrar, nos recibe con una gran sonrisa y carcajadas, y nos muestra a sus mascotas, vigilantes las 24 horas del día.

La conocen por su poesía…

Ya era la hora de comer. Carmen, de 58 años, fue por sus alimentos y cuando regresaba a su habitación le pedimos unos momentos para platicar. Encantada nos invitó a la estancia de la casa, trajo de inmediato sus libros, fotografías, y empezamos…

¿Cómo llegó aquí Carmen?

“Yo trabajaba en la limpieza en el Metro, me accidenté, no tenía a dónde ir, vine a dar al jardín de enfrente, me dijeron que aquí era una casa hogar, toqué pero no me recibieron ese día hasta el siguiente, vine y me recibieron, eso ya tiene 5 años. Esta es una casa única y muy especial porque no hay otra en el mundo. Es una casa para mujeres que hemos sido marginadas, señaladas, mal vistas por la sociedad, porque desafortunadamente la misma sociedad nos induce a esto y nos critica. Tengo estudios, me faltó un semestre para terminar mi carrera profesional, me vi forzada a truncar mis estudios por un embarazo, busqué trabajo en muchas empresas, me cerraron las puertas, busqué trabajo de sirvienta, me decían eres joven y bonita, ve tú a saber qué mañas traigas”.

¿Sabemos que escribes poesía Carmen?

“Sí, me gusta mucho, participé en el concurso de Poesía de Aguascalientes, que ganó un chico de Acapulco. Siempre me ha gustado escribir poesía, yo hacía discursos para abrir y cerrar campañas para un partido político, no me gustaba que me dijeran qué escribir”.

¿Cómo han sido estos cinco años?

“He vivido el infierno y la gloria, somos diferentes criterios. La gloria por tener un techo, una cama, un plato de frijoles, una nueva familia. Encontré una nueva forma de vida. Yo intentaba suicidarme, ahora tengo por qué vivir, ese alguien importante ahora soy yo”.

¿Estás haciendo tu biografía?

“Así es, en ese libro escribo todo, porque en la actualidad hay muchos tipos de abusos, hay más violencia aquí en la ciudad que en los pueblos, a veces, para mí la ciudad es un monstruo que te devora, si no la sabes librar te devora, a mí me gustó mucho la lectura desde pequeña, siempre estar con un libro en la mano. Las drogas, el tabaco y el alcohol no me llamaron la atención. Yo te aseguro que todo lo que he vivido lo volvería a vivir”.

Raquel, una de las primeras que llegó a darle una mano de gato a la casa, dice.

¿Te gusta estar aquí Raquel?

“Sí, me gusta. Aquí aprendí a hacer muchas cosas de manualidades, cosas que vendemos para ayudar a la casa. Las personas aquí son buenas. Yo salgo porque ayudo a un comerciante a vender ropa, y me da algo de dinero, es poquito pero compro pan, ropa interior, para alguna cosita que se me antoja para comer. Todas nos tratan muy bien, hoy por ejemplo, tuvimos terapia de baile, a veces talleres, y congregación de la biblia”.

¿Y tu familia?

“No tengo familia, yo aquí he estado sola y ya. Sí tengo dos chamacas, pero no me arrimo con ellos porque no quiero problemas con el yerno. Aquí hago mis labores, les ayudo, aquí cooperamos con nuestro esfuerzo. La casa cuesta, si sales fuera de aquí de la casa, te cuesta hasta 2 mil pesos un cuarto chiquito, aquí tenemos buenos alimentos, porque somos mexicanos sabemos comer de todo”.

Se acerca a nosotros Emma, de 70 años, nos muestra sus pasos de baile, entre risas de sus compañeras y aplausos para motivarla a que bailara.

¿Qué te trajo aquí Emma?

“Yo busco compañeras para platicar, mi familia me acepta pero yo no quiero estar con mi familia; ellos me aceptan pero yo no. Tengo tres días aquí y ellas me aceptan bien, creo que voy a durar aquí porque las personas me verán como soy, cooperativa, no me gustan los pleitos nada de eso, soy tranquila. Ahora que esto aquí no me arrepiento”.

¿Quieres platicarnos más de tu familia?

“Soy casada, pero tiene como ocho años que él se fue para cuidar a su mamá, yo me separé de él porque siempre me golpeó, me humillaba, me acostumbré a vivir sola. Pero los días lluviosos se me hacen tristes, me deprime, pero aquí estoy contenta. Me traje mi grabadora, le pongo a la salsa y a las cumbias, saber de noticias, a veces me voy a bailar a las plazas, o con los muchachos que son estudiantes de Bellas Artes, ya me conocen, ahí me echo mi bailada”.

¿Te has visto en la necesidad de prostituirte para mantener a tus hijos?

“Sí, porque he tenido varias parejas, terminaba con ellos y me quedaba sin dinero, así que tenía que mantener a mis hijos. A mi hija la puse a trabajar como sirvienta saliendo de la secundaria, a mi otro hijo también lo mandé a otro trabajo. A mis hijos yo nada más les di la secundaria, otra de ellas estudió la mitad de la preparatoria. Estuve prostituyéndome como veinte años, ahora ya no tengo edad para eso, no lo necesito ya. Mis hijos ya crecieron, ellos se defienden solos, me siento contenta sola, he vivido ocho años solita, tengo miedo solamente porque tengo enfisema pulmonar, pero si no estoy enferma, vivo sola y tranquila”.

¿Emma llevas tres días en la casa, dónde estaba antes de venir aquí?

“En la Doctores, son departamentos que parecen vecindades. Hay otro problema porque el vecino de junto me desconectó el tubo del agua, en el día no podía agarrar agua, no quiero saber de allá nada. Aquí me he sentido tranquila, trato de llevarme bien con las personas, me gusta ser acomedida, no estar a que me caiga todo, no, me gusta ayudar”.

¿Quién es Mamá Ede?

“Ha trabajado por casi 30 años realizando trabajo de promoción y defensa de los derechos humanos de trabajadores sexuales de la tercera edad, es así como ha establecido lazos con diversas organizaciones para ayudar a chicos y chicas en situación de calle, además de personas adultas. Ahora trabaja dando asesoría jurídica en Casa Xochiquetzal, además de talleres de manualidades a las habitantes del refugio, quienes le han tomado un cariño muy especial y aprecian mucho su trabajo”.

“Nunca pedí trabajar con ellas. Dando una asesoría jurídica llegó una chica [a la] que iban a lanzar de su casa, nunca les cobraba, llega y da 20 pesos hace casi 20 años para la leche de mis niños, un día que llegó una notificación, dije dónde la busco, y su vecina me dijo dónde encontrarla, llegué y fui a las cuatro esquinas, ella me encontró, empezó a llevarme más y más, luego me cayó el 20 y tuve que aprender”.

Mamá Ede afirma que en la calle no hay sueldos “lo trabajas por amor, me decía un sacerdote, mi sede siempre ha sido la iglesia de la Soledad, ahí tuve un hogar que se le puso La Casita, les dábamos de comer a 300 personas indigentes diario, a nadie se le daba de comer gratis, había muchísimas escobas, aunque sea barrían un minuto, a nadie se le daba nada gratis, a mis chicos de calle siempre les he dicho que no pueden llevar vida de perro”.

“Cada uno tiene una historia terrible, por no seguir reglas también, poco a poco aprendí a no juzgarlas, cada una de ellas tiene una historia, muchas están obligadas. Empecé a darles clases en un cuarto de hotel, derechos humanos, algo de derecho constitucional, algo de género, les decía: es tu cuerpo, es tu vida, tú sabes que entras pero no sabes si vas a salir. ¿Por qué tienes que dar el dinero de tu cuerpo?”.

Los productos que realizan han tenido mucho éxito, algunos visitantes se han interesado y hay pedidos que incluso se van al extranjero, países como Rusia son ya un destino de las manualidades que con tanto empeño hacen las habitantes de la casa, siempre lideradas por Mamá Ede.

Jesica Vargas González, directora de la Casa Xochiquetzal, platicó con nosotros.

¿Qué pasa cuando hay una emergencia, cuando se enferma alguna de ellas?

“Cuando se enferman de urgencia, inmediatamente la llevamos al hospital, se le canaliza, se le atiende, y se estabiliza; pero muchas de estas clínicas tienen desabasto de medicamentos, entonces lo que hacemos es buscar donativos en especie o efectivo para comprar lo que se necesite”.

¿Los alimentos son suficientes?

“Desde que se creó el proyecto muchas instituciones decidieron apoyar, uno de ellos es el DIF, en los inicios traían el alimento preparado, luego cambió ahora nada más traen los insumos, aquí se tienen que preparar, poco a poco se ha ido recortando el presupuesto. Este año no contamos ni con verduras ni con frutas, nosotros tenemos que hacernos cargo de buscar el financiamiento para cubrir los tres alimentos diarios de los 30 días del mes. No hay donativo pequeño, se va juntando y se pueden hacer muchas cosas”.

¿La casa se encuentra en un momento difícil por los escasos recursos con que cuenta?

“Vamos al día, todavía no sé si voy a poder cubrir los alimentos para el día de mañana, o dentro de dos semanas, tiene que ser un trabajo y un apoyo constante. Es un trabajo constante estar consiguiendo para tener financiamiento y tener el dinero para brindarles a las habitantes los servicios. Entiendo que cuando se hizo este comodato tenían que haber condonado el pago de luz, y hasta la fecha sigue llegando el recibo como Museo de la Fama, son como 120 mil pesos de adeudo, no se ha cubierto y hasta la fecha no sabemos, he buscado un acercamiento con la Secretaría de Desarrollo Social”.

¿Qué hace falta?

“Hace falta un cambio de conciencia allá afuera, a nivel político, tendrían que haber políticas públicas para la tercera edad en esta condición, para los niños de calle, pero tiene que haber un cambio de conciencia. Nos traen ropa usada en muy malas condiciones, nos traen perecederos a días de caducar, nos traen electrodomésticos que no sirven, hay que pensar en las necesidades que tiene una persona común de la tercera edad y multiplicarlo por veinte, es medicamento, dinero para transporte por consultas médicas, dinero para medicamentos, alimentos, gas, jabón, cloro, aromatizante, son muchas necesidades, las de cualquier persona”.

¿Cuáles son los requisitos que deben cumplir las mujeres que vienen aquí para ser aceptadas?

“Son tres requisitos: que cumplan con la edad, 55 años, aunque hemos recibido a personas de 53 o 54 años que necesitan el apoyo de la casa; que hayan sido trabajadoras sexuales o lo sigan siendo, y que no cuenten con redes familiares o no tengan ningún apoyo. Una vez que ingresan se les da una inducción, apoyos, beneficios y responsabilidades, se lee el reglamento interno, firman su hoja de ingreso y que están de acuerdo con todas las condiciones que tiene la Casa Xochiquetzal”.

¿En lo personal, cómo manejas esta labor al frente del refugio?

“Al principio había muchos problemas de conducta por parte de las habitantes. Aquí nos hacemos psicólogos, a veces salimos de aquí con tanto problema, pero finalmente al terminar el día estoy contenta con lo que hago, feliz de estar aquí, de que me hayan aceptado, de quererlas. Agradezco que me quieran, porque no me imagino en otro lugar, no me imagino sin ellas, son como mis abuelitas, tengo muy marcada esa sensibilidad, esa empatía, convivir con ellas es como ver a mi abuela en ellas, son parte de mi familia. Podrán ser peleoneras, contestonas, pero tienen un corazón tan grande que me han enseñado a ver más allá. La sociedad marca mucho las etiquetas, ellas me han enseñado a ver más allá, a pesar de todo lo que han vivido y todas las historias tan fuertes detrás de ellas, están aquí luchando y siguen viviendo, se ríen y disfrutan las cosas que tienen y los momentos que viven también”.

Casa Xochiquetzal. Foto: Edith Carbajal Triano.

Casa Xochiquetzal. Foto: Edith Carbajal Triano.

Datos bancarios de Casa Xochiquetzal, si desea realizar algún donativo:

Banco: SANTANDER

No. Cuenta: 65503635422

Sucursal: 5544

Clabe Interbancaria: 014180655036354227

A nombre de: Mujeres Xochiquetzal en lucha por su dignidad, A.C.

RFC: MXL090807HR0

Si requiere más información, visite la página:

http://casaxochiquetzal.wordpress.com/donaciones/

Nota del editor: Este reportaje fue publicado en México en la Revista Igualdad de Género del Senado de la República, para consultar el ejemplar completo, visite la página: www.senado.gob.mx. Se reproduce en el Mexican Cultural Centre con la autorización de la autora.

*Edith Carbajal Triano, periodista mexicana, egresada de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con Maestría en Periodismo Político y Especialidad en Información Internacional por la Universidad Complutense de Madrid. Ha laborado en diversos medios de comunicación como analista y coordinadora de información para el Periódico Reforma, Once Noticias, Televisa, Unotv; de igual forma, ha ocupado diversos cargos en la Administración Pública en la Procuraduría General de la República y el Senado de la República. Actualmente se encuentra realizando sus estudios de doctorado en Sociología de las Políticas Públicas en la Universidad de Zaragoza, España. Es editora de la Revista Igualdad de Género del Senado de la República en México, y directora editorial del libro “Senadoras de México”, que próximamente será publicado.

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