El Mexican Cultural Centre tiene el honor de publicar los poemas “Mi corazón es un alfiletero”, “Pez varado en una lámpara” y “Torre abolida”, del poeta español Pablo Acevedo.
MI CORAZÓN ES UN ALFILETERO[i]
La noche es un dedal que protege mi índice cuando señalo la luna y mil aullidos cosen la risa del mundo. Mi instinto de vigilia es un doble corazón que lucha por anticiparse, un corazón de cinco puntas. Mamá equivocó el órgano de su cuerpo que debiera soportar el embate del hijo. Yo nací en un parto de garganta, como una lisonja o un escupitajo. Mi moneda es una amenaza invisible, un acorde trepado de repente.
Conocí a una mujer que cocinaba para mí la clavícula del día con un aliño de sorpresa. En su mortero hacía galopar un potro escapado de mi sueño. Las estaciones eran vírgenes a su lado, y yo me entretenía en mancillarlo todo como un pobre niño rabioso. Un día desperté y ya no estaba. La busqué por el precipicio de una sonrisa, por el monólogo de una prenda cazada al vuelo. Incluso llegué a pensar que quizá nunca hubiera existido. El amor es grave inconveniencia si uno quiere viajar con las tormentas. Qué pena no tener un dedal para el corazón.
PEZ VARADO EN UNA LÁMPARA[ii]
la noche pronuncia
el grillo del Asombro.
a veces un error cósmico
también produce hermosas flores,
como la muerte de tus ojos
insolados.
pájaros evangélicos
picotean la hostia de la luna,
precipitada al horizonte
en una sorda eucaristía.
descifremos los guarismos de la Creación
con la aritmética del paroxismo.
concibamos una fauna maravillosa
para nuestro furor indígena;
¡rompamos
la almendra de los astros!
pronto, escanciemos
la botella del enigma,
y agitémonos porque somos
cocteleras de lo Insólito.
TORRE ABOLIDA[iii]
Antes de morar en esta aciaga Torre
donde mis demonios administran
una hacienda de congojas
(paria trágico en la agonía de su ocaso
místico de ningún dios ─apóstata y devoto─
que ostenta el cadáver insepulto
de su entusiasmo)
yo había cruzado mil desiertos
sin más destino que yo mismo
arrastrando los horizontes y los equinoccios
bajo el cielo de la indiferencia
exacerbando el lenguaje con catástrofes mínimas
y un sosiego inútil
de mineral equivocado.
Mucho antes de que mil soles estallaran
adentro de su caverna
y frente al negro hocico de la existencia
fundaran la aurora del Gran Estilo
erré por mil dialectos imposibles
por mil oscuras lenguas y en mil formas
no compartidas
buscando una palabra que no es desierto…
que no es arena… ni alacrán… ni exilio…
Dulce caravasar de estas horas lentas
como dunas…
de este pensar lento… camello azul del tedio…
jorobas de tristeza…
de esta sed lenta de parásito…
garrapata de tinta…
[i] Onirisma, con prólogo de Joaquín Roses, profesor de la Univ. de Córdoba (Granada: Ediciones Dauro, 2001).
[ii] Cazamariposas (Madrid: Calima Ediciones, 2006).
[iii] Estrella varada, con prólogo del escritor venezolano Juan Carlos Chirinos (Madrid: Polibea, colección “Los Conjurados”, 2012).
*Pablo Acevedo, español, es poeta y ensayista. Licenciado en Filología Hispánica y doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado los poemarios: Onirisma (Ediciones Dauro, 2001), con prólogo del profesor Joaquín Roses, de la Univ. de Córdoba; Cazamariposas (Calima Ediciones, 2006); y Estrella varada (colección «Los Conjurados», Polibea, 2012), con prólogo del escritor venezolano Juan Carlos Chirinos. Algunos de sus poemas han sido antologados y reseñados en publicaciones españolas e hispanoamericanas, entre las que cabe citar: El siglo expira (Córdoba: Facultad de Filosofía y letras, 1999); Siete samuráis II (Granada: La Isla del Moro, 2005); Territorios comunes: antología de textos literarios. Andalucía-España, Jalisco-México (Salta, Argentina: Biblioteca de Textos Universitarios, 2006); Los jueves poéticos II (Madrid: Hiperión, 2008); Cuadernos del abismo (Madrid: Literaturas.com Libros, 2008).