Adolfo Castañón*
Conocí a Stefano Scodanibbio hace más de veinte años. De inmediato nació en mí una viva simpatía hacia ese joven músico espigado, enamorado de la música y de las ideas, de la literatura y de México. De hecho, me tardé en descubrir hasta qué punto existía una afinidad entre su persona y el vasto continente llamado México en cuya ciudad capital me tocó nacer. Poco a poco, a medida que Stefano volvía una y otra vez a nuestro país me iba yo dando cuenta de que lo que México significaba para él no era fácil de decir o describir con unas cuantas palabras: venía con muchos motivos o pretextos: conciertos, vacaciones, alguna novia, visitar a los amigos y para realizar misteriosas investigaciones personales yendo a los rincones más apartados de nuestro país, a las montañas, los desiertos y las playas tomando un vivo placer en compartir el aire y la luz con los mexicanos. Por otra parte, Stefano Scodannibio es un gran lector y a todas partes llevaba sus libros: Lezama Lima, Gilles Deleuze, G. Aggamben, Julio Cortázar, una mezcla generosa de literaturas latinoamericanas y de pensamiento de vanguardia, de autores remotos y familiares. Un lector suficientemente enterado y encarnizado que a veces me hace pensar si en Stefano no está latente la tentación del filósofo o del escritor.
En One says México suenan tres cuerdas: de un lado, el viajero enamorado de un país, luego el lector que sabe no perderse en las bibliotecas pues va leyendo como quien busca un camino de regreso a casa o un camino para regresar a sí mismo; la tercera y principal: es la inteligencia musical que desde luego sabe producir sonidos, música, efectos acústicos pero también y sobre todo que sabe reconocer en los ruidos de la calle la algarabía urbana, la promesa de una sinfonía a medias oculta.
One says México —título derivado de una frase de D.H. Lawrence— es una ópera radiofónica cuyos antecedentes remotos acaso había que buscar en el Moctezuma de Vivaldi. También cabe pensar en la épica mimada del teatro asiático donde un conjunto de personajes va recitando episodios. En nuestros días la ópera radiofónica compuesta por Julio Estrada en honor de Juan Rulfo representa otra cara de la moneda de One says México. Se mezclan en ella tres elementos: la música de guitarra (símbolo musical de México, al decir de Stefano Scodanibbio), las palabras y voces de una treintena de escritores extranjeros que hablan de México en seis idiomas (no se incluyen autores nacionales) y el registro de ruidos y voces de las calles y las ciudades de México.
Una inexplicable lealtad geográfica y cultural lleva a Scodanibbio a crear ese lugar de encuentro acústico y mental llamado One says México. El resultado es asombroso y tiene algo de hipnótico y ritual: la serie de citas y lugares textuales —de Humboldt a Keroac y Artaud, de W. Burroughs a Bernal Díaz del Castillo, de María Zambrano a Erico Verissimo y Pino Cacucci— va dibujando una geografía mágica, un país acústico que es un territorio prodigioso, la terra incognita y sagrada dicha por un conjunto de voces que van creando un rumor, una tensión.
Ese museo imaginario que se va desplegando ante nuestros oídos va cobrando densidad y gravedad por las voces y por la música, por las grabaciones de pregones y ruidos citadinos que surgen ante la imaginación como elementos de una zoología o de una botánica fantástica, mágica. El país —en su doble polaridad: simbólica y empírica— es teatralizado y en cierto modo puesto al desnudo por un pensamiento musical que va armando con referencias, recuerdos y registros una cita mayúscula, un punto de encuentro subterráneo y a la vez solar, un pasadizo por donde pueden correr las visiones contemporáneas y los sueños arcaicos, los ruidos de la fiesta y el rumor impronunciable de los dioses un lugar de encuentro del México mítico entrevisto por los extranjeros y del México sufrido como pasión y cruz por los propios mexicanos. En One says México el artista logra desposar la realidad imaginaria y la realidad histórica y empírica, conjugar lo íntimo y lo público, la historia y la magia.
One says México: uno dice México y luego quien sabe qué pasa, qué energías despiertan desde el fondo de las montañas dormidas o desde el espacio abierto del cielo. Se dice México: One says México y se inicia una invocación no sólo de ese pequeño pueblo remoto perdido en el sur del país, como quiere Lawrence, sino de toda la república, de toda la luz del sur. One says México es una obra producida por el deseo de conocimiento, también por el acto muchas veces repetido de intentar encontrar una correspondencia o una sutura entre algunas partes de la geografía y ciertos espacios mentales. La primera vez que la oí fue como si hace mucho tiempo la hubiera oído y regresara a cierto lugar gracias a su música asordinada y ritual, sus ecos de algarabía y de sacrificio.
Escuchamos One says México y se abre en nosotros el espacio de una paradójica intimidad: la intimidad que se vive a la intemperie, bajo el cielo azul o el oscuro firmamento acaso en lo alto de una pirámide. Sé que One says México es una estación importante en el camino musical y personal de Stefano y me gusta mucho estar junto a él en este cruce de caminos. Pero como todo acto de conocimiento éste sólo es un acto propiciatorio, un augurio lanzado al aire por alguien que busca templar, entre los caminos de la vida y del arte, su vida activa y su vida contemplativa.
Para escuchar el álbum completo, visite:
http://radioartnet.bandcamp.com/album/one-says-mexico
Nota del editor: Stefano Scodanibbio, contrabajista y compositor italiano, nacido en Macerata Italia el 18 de junio de 1956. Muere en Cuernavaca, Morelos, México, el 8 de enero de 2012.
*Adolfo Castañón, mexicano, es poeta, narrador, ensayista, traductor, editor y crítico literario. Estudioso de las obras de Michel de Montaigne, Alfonso Reyes, Juan José Arreola y Octavio Paz. Miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua. Ha sido miembro del consejo de redacción de varias revistas en Latinoamérica, como Vuelta, Letras Libres, La Cultura en México, Plural, Gradita y Literal.