Ángel Zárraga: del cubismo a la figuración

Miguel Ángel Muñoz

El Museo del Palacio de Bellas Artes, México, presenta una exposición del mexicano Ángel Zárraga (1886-1946), quien vivió 37 años en Europa, en particular, París, Francia. Ángel Zárraga. El sentido de la creación, es la exposición de 85 piezas, entre pintura, dibujo y obra mural, que permanecerá en el recinto hasta el próximo 20 de julio de 2014. 

“Escribí  el silencio y escribí la noche”

Arthur Rimbaud

“La dádiva”, 1910, de Ángel Zárraga. Esta obra está ubicada en el Museo Nacional de Arte (MUNAL), México.

“La dádiva”, 1910, de Ángel Zárraga. Esta obra está ubicada en el Museo Nacional de Arte (MUNAL), México.

La polémica sobre los orígenes del cubismo siguen todavía inciertas. El galerista  Kahnweiler  propuso hace ya varios años una lectura rectilínea del movimiento, conjuntando a tres artistas claves: Pablo Picasso, Juan Gris y George Braque. La historiografía ha insistido en el tópico que comparten Douglas Cooper: “cubismo esencial”, lo definió, el historiador Robert Rosenblum. Cabe señalar que el idioma figurativo cubista penetra con distinta intensidad en todas las propuestas artísticas radicales que medían entre 1909 –Téte de Fernande–y 1914 –primeras experiencias del collage y del cubismo sintético u objetual–. En estos años se multiplican los salones pictóricos alternativos que había espoleado la disparidad vanguardista: Salon des Indèpendents, Salon d’Automme, la Section d’or –por mencionar sólo algunos–. Fue Kahnweiler quien calificó a esos artistas de “cubistas de salón” y  “epígonos”, con escaso percepción para los matices. Geizes, Metzinger e incluso en momentos André Lothe y Maurice Denis fueron didácticos sintetizadores de esa estética cubista que destila un repertorio de soluciones sabidas para representar en cubiste los géneros artísticos tradicionales, el paisaje y el retrato.  Pero sin duda, tres son los nombres claves de la invención cubista: Picasso, Braque y Gris. Los tres llenan lo que Octavio Paz llamó “ el cambio y la permanenciam, el movimiento y la quietud”. ¿La  eternelle  tradición pictórica francesa que irrumpió con brío en la escena artística en los años del retorno al orden? Los demás: buenos pintores…

La muestra de Ángel Zárraga (Durango, 1886 – México, 1946), que se presenta en el Museo del Palacio de Bellas Artes, México, tiene la intención de no ser sólo, una retrospectiva del artista, sino vincularlo al cubismo y a otras vanguardias europeas. Casi cien obras pictóricas con una pequeña secuencia de dibujos intercalados que suponen un homenaje a la capacidad creativa del pintor y demuestra que la curaduría tiene la tarea de recuperar a un creador no siempre bien entendido y a menudo difuminado en un estrato secundario por la potente imaginación, ya no digo de los genios del cubismo, sino también por los muralistas mexicanos. La exposición cumple con mostrar a un Zárraga “casi total”, pero a su vez se insiste en uno de los puntos más críticos de su recepción: el inexorable, al parecer, amaneramiento de su obra tardía y la repetición durante las últimas décadas de su vida de la consabida iconografía religiosa sin apenas variaciones formales. Y no digamos ya de su “cubismo”  tardío, que no tiene equiparación con los grandes maestros del movimiento. Aunque encuentro en su estética un cierto acercamiento al grupo de Puteaux y las propuestas decorativas de André Mare, que llevó a los galeristas Guillaume y Leónce Rosenberg, comprometidos en una didáctica artística cubista,  que debía orientar el caótico mercado, cuajado todavía de prestaciones postimpresionistas, fauvistas e incluso  neoconstructivistas. El cubismo como marca comercial, dicho duramente, y con criterio orientativo.

Ángel Zárraga es un artista poco conocido en México. Se fue muy joven a Europa a buscar “fortuna”, aunque a su regreso a su país se arrepiente de permanecer tanto tiempo fuera. Un tema sin duda interesante  que ayuda a comprender el arte inacabado, esencialmente decorativista y suntuario, de un personaje complejo y sumamente católico. A los 18 años de edad –en 1904– inicia su estancia en París y se refugia en el acervo clásico del Museo del Louvre, protegiéndose del desconcierto que le causan el impresionismo y las nuevas corrientes, aunque manifiesta su reconocimiento por Renoir, Gauguin, Degas y Cézanne.

Al no estar muy de acuerdo con lo que se enseña en la Escuela de Bellas Artes de París decide estudiar en la Real Academia de Bruselas, y posteriormente se instala en España (Toledo, Segovia, Zamarramala e Illescas), que representa para él una modernidad menos agresiva, que la de París. Su primer maestro en estas tierras es Joaquín Sorolla, quien lo ayuda a ser incluido en una muestra colectiva en el Museo del Prado en Madrid. De ahí viaja a Italia (Toscana y Umbría) y expone en Florencia y Venecia. Regresa a París en 1911 para presentar su obra por primera vez en el Salón de Otoño;  dos cuadros La Dádiva, 1910 y San Sebastián,  le valen un cierto  reconocimiento, que como cuenta Paz: “Zárraga vivió muchos años en París. Fue amigo de casi todos los pintores de esa época. Aquí pintó y obtuvo  un modesto renombre, un sitio decoroso… Lo  incomprensible es que los mexicanos lo hayamos olvidado”. [1]  En esos años se deja influir por el cubismo y después se dedica a pintar temas deportivos, cuya  etapa creativa es más importante. El movimiento de los corredores, el equilibrio de los lanzadores de discos, la plasticidad de los nadadores, etcétera, lo apasionan intensamente. Cuadros como: Domingo, 1931; El futbolista, 1925; Las futbolistas, 1922, Jugada de fútbol, 1924; La futbolista morena, 1926, logran más una voz propia, aunque asentado en la tradición francesa y española. Los retratos se convierten en abreviadas composiciones sintéticas, tocados por el clasicismo picassiano y las etéreas ensoñaciones narrativas de  Joaquín Sorrolla y Romero de Torres. Todo arte es imaginación formal porque actúa con pigmentos – materia moldeable- y fantasea a través de imágenes y geometrías ilusorias nuevos mundos. Entre  su época cubista pájaros núm, 4, 1916; Mujer con guitarra, 1916  y carnaval, 1917,  hasta  sus últimas pinturas: San Jorge aniquilando al dragón,1932, entre otras, se define  la pensada apreciación estética  propuesta por Zárraga. Un camino inverso a la pintura mexicana en su tiempo. Quizá eso le valió el “reconocimiento” del que habla Octavio Paz en París. Lo cierto es que hoy, gracias a la exposición en Bellas Artes, podremos lograr revalorarlo en el arte mexicano.


[1] Octavio Paz Al margen: Picasso, Rivera y Zárraga, publicado en Sombras de obras,  Seix Barral, Barcelona, España, 1983.

Miguel Ángel Muñozmexicano, es poeta, historiador y crítico de arte. Su dedicación a la creación artística actual es absoluta; compagina su labor en El Financiero, La Jornada Semanal y en la revista Casa del Tiempo, con la de comisario de exposiciones. Ha trabajado personalmente con muchos artistas; entre ellos, Eduardo Chillida, Rafael Canogar, José Luis Cuevas, Josep Guinovart, Roberto Matta, Antoni Tàpies, Richard Serra, María Girona, Vicente Gandía, Ricardo Martínez, Chema Madoz, Luis Feito, Xavier Grau, Charo Pradas, Ignacio Iturria, Albert Ràfols-Casamada, Robert Rauschenberg y Luoise Bourgeois. Es autor de los libros de ensayo: Yunque de sueños. Doce artistas contemporáneos (Editorial Praxis, 1999), Ricardo Martínez: una poética de la figura (CONACULTA, 2001), La imaginación del instante: signos de José Luis Cuevas (Editorial Praxis, 2001), El espacio invisible. Una vuelta al arte contemporáneo (Ediciones Batarro, Málaga, España, 2004), Convergencia y contratiempo (Plan C Editores- CONACULTA, 2008), Espacio, superficie y sustancia. La obra de Ricardo Martínez (Siglo XXI Editores, 2009) El espacio vacío, (CONACULTA, 2009), Gutiierre Tibón. Lo extraño y lo maravilloso (CONACULTA, 2009). Asimismo ha editado y comentado los libros El asombro de la mirada. Convergencia de textos. (Editorial Síntesis, Madrid, España, 2010) Espejismo y realidad. Divergencias estéticas de Rafael Canogar (Editorial Síntesis, Madrid, España, 2011) y Elogio del espacio. Apreciaciones sobre arte de Rubén Bonifaz Nuño (UNAM, El Colegio Nacional y UAM, México 2012). Además, es autor de los libros de poesía El origen de la niebla (CONACULTA, 2005), Espacio y luz (Centro de Producción Gráfica, México, 2003) con serigrafías originales de Albert Ràfols-Casamada, Convergencia (Centro de Producción Gráfica, México, 2003) y Travesías (Centro de Producción Gráfica, México,2004) con serigrafías originales de José Luis Cuevas, Cinco espacios para Rafael Canogar (Ediciones El Taller, Madrid, España, 2004), con grabados originales de Rafael Canogar y Fuego de círculos (Editorial Praxis, México 2012). Sus textos se publican en diversas publicaciones de México, España y América Latina. Es director de la revista literaria Tinta Seca. Es colaborador, asimismo, de las revistas Metérika (Costa Rica), Banda Hispánica y Agulha (Brasil). Actualmente se está capacitando como doctor en Historia del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de México. Es Miembro Asociado del Seminario de Cultura Mexicana. En 2009, fue reconocido por la Universidad Autónoma de Santo Domingo, República Dominicana y la Facultad de Artes por su “contribución al estudio del Arte Contemporáneo”.

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