Hábleme ‘fuerte y claro’

Paniel Osberto Reyes Cárdenas 

Vivo lejos de mi México natal, y además vivo en un país donde se habla una lengua distinta a mi lengua nativa. Quien entiende esta experiencia, entiende también la alegría que da el encontrarse con un paisano, a mí me pasa frecuentemente cuando me encuentro algún compatriota en el correr de la faena diaria. Hace poco conocí a un buen paisano e instantáneamente comencé a buscar un pretexto para conversar.

Paniel Osberto Reyes Cárdenas. Foto Especial.

Paniel Osberto Reyes Cárdenas. Foto Especial.

El punto de esto es que casi tuve que repetir todo lo que decía un par de veces, pues mi compatriota está tan desacostumbrado al castellano que le cuesta ‘procesar’ lo que digo. En aquél momento recordé cuando mi abuela me pedía hablarle ‘fuerte y claro’. Creo que es muy evidente el significado de ‘fuerte’: lo interpretamos como una expresión que tiene el volumen lo suficientemente alto o incluso estridente. Nos es natural percibir que una persona siente seguridad en sus palabras si habla con el suficiente volumen. ¿Pero qué hay con la claridad? Bien, pues sobre la claridad se suele decir poco porque no siempre entendemos lo mismo por ‘claridad’. Con todo, libros enteros sobre metodología, filosofía, análisis, semántica y otras disciplinas estudian el tópico de la claridad como un tema digno de ser estudiado por derecho propio.

Tengo una muy buena amiga que está dedicando su doctorado a esclarecer la ‘claridad conceptual’ pero citar sus concepciones sobre la claridad podría oscurecer el interés de los lectores. Prefiero invocar brevemente los comentarios del filósofo norteamericano Charles S. Peirce, quien fundó la corriente de pensamiento ‘pragmatista’ justamente como un medio para esclarecer nuestras ideas. Peirce consideraba que existen  tres grados de claridad.

Una ‘idea clara’ es aquella que se puede reconocer dondequiera que se encuentre y de la cual estamos en condiciones de no confundir con otra. Éste es nuestro primer deseado grado de claridad. Un ejemplo de esta claridad se encuentra en nuestra idea de nosotros mismos, nos vemos al espejo y sabemos que el reflejo proyectado en él corresponde a nuestra propia imagen, un signo identificado, o una senda que consideramos correcta.

Un segundo grado deseado de claridad tiene que ver con los conceptos que asociamos a ella, o más exactamente, una idea es ‘distinta’ si la podemos precisar en términos abstractos, cuando puedo hacer las distinciones pertinentes para hacer entendible de qué se está hablando. Las definiciones reflejan este grado de claridad, que para muchos es el más deseado. Pero nosotros podemos poner a prueba esta idea de claridad llevándola a un nuevo nivel, es decir, pensemos en cosas de las que tenemos buenas definiciones de “familia” si la definimos como, por ejemplo, “un núcleo unido por vínculos de afecto y consanguinidad” parece no ser suficiente (lo que no significa que la definición sea equivocada) para esclarecer los contextos en que el término es usado con éxito o erróneamente.

Por ello, la claridad parece no detenerse en una definición, por muy buena que ésta pueda ser. Pero el tercer grado más deseado tiene que ver con la vida práctica, el uso adecuado y exitoso que le damos al concepto. Clarificamos un concepto clarificando las proposiciones (oraciones) que lo contienen, diciendo cómo se entienden en los distintos contextos de nuestra vida. Cuando eso se hace realidad, entonces nos volvemos maestros de nuestros conceptos, sabemos aplicarlos con el arte con el que un pintor domina el pincel. Sin embargo clarificar las proposiciones no sólo significa saber usar el concepto, sino identificar las consecuencias prácticas que hacen a esa proposición ser verdadera.

Una consecuencia práctica es una implicación para la acción en relación con la experiencia: cuando una acción es exitosa está reflejada en las experiencias que resulten de ella y al mismo tiempo nos muestra que encaja exitosamente en el mundo porque es verdad: algo entonces, según esta máxima, es claro en este sentido porque la experiencia nos muestra que es verdadero (lo que no significa que sea verdadero por ser exitoso en la experiencia). La moraleja de esta historia es que la claridad tiene niveles, y esto nos autoriza a pensar que en todas las situaciones, desde la vida cotidiana hasta los problemas teóricos más enredados piden un monto de claridad y un esfuerzo nuestro por desear esclarecer nuestras propias ideas.

Paniel Reyes Cárdenas, mexicano, es maestro y doctor en Filosofía por la Universidad de Sheffield, Reino Unido. En su tesis investigó el pragmatismo y la metafísica del realismo escolástico en C. S. Peirce. Aunque animado por su interés en la tradición pragmatista, Paniel tiene un amplio interés filosófico. Ha publicado artículos sobre filosofía de las matemáticas, metafísica, filosofía medieval, filosofía de la religión, Hegel, y sobre todo, Kierkegaard. Ha participado en un importante número de congresos académicos en más de 15 países. Es fundador de la Sociedad Mexicana de Metafísica y Filosofía de la Ciencia.

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